En Bogotá se redujeron las inversiones públicas en innovación casi a la mitad entre el 2019 y el 2022.
Dentro del legado que nos dejó la mitología griega está el caso de Sísifo, conocido por la condena que los dioses le pusieron de cargar una piedra hasta la cima de una montaña, pero cuando llegaba, volvía a caer hasta el lugar donde había iniciado.
La tragedia de Sísifo no sólo era que tenía que repetir el ejercicio sin esperanza, sino que un poder superior le impedía incluso, por más ideas nuevas que tuviera, cumplir con su objetivo. Pues bien, lo mismo puede ocurrir cuando se intenta avanzar en políticas públicas para mejorar la calidad de vida y aumentar el crecimiento económico, como es el caso de la innovación.
Hace más de una década la Unión Europea ya identificaba tres pilares que son fundamentales para que la innovación llegue a buen puerto: la inversión en educación e innovación; mayor competitividad para un mejor acceso de mercados; y la articulación entre actores claves. Sobre estos justamente me quiero referir, pues son nuestras tres piedras de Sísifo.
En primer lugar, mientras que el promedio de inversiones en I+D en los países de la OCDE es del 2,2 % del PIB, el de Colombia apenas roza un tímido 0,3 %. Por su parte, de acuerdo con MinCiencias, en Bogotá se redujeron las inversiones públicas en innovación casi a la mitad entre el 2019 y el 2022.
Estos datos son aún más desalentadores si se toma el número de investigadores por país, donde el promedio de la OCDE es de 4.079 por millón de habitantes y el de Colombia es de sólo 413. Tal vez lo único positivo para la capital es que concentramos el 41 % del total de investigadores a nivel nacional.



